¿Parir en casa? ¿Por qué no?



Generalmente cuando quedamos embarazadas, empezamos a cuestionarnos a dónde nacerá nuestro hijo. Buscamos, según la cobertura médica que tenemos, qué hospital, clínica, sanatorio puede ser y también, si ya tenemos un obstetra, lo pensamos de acuerdo a dónde asista partos él/ella. Pero pocas veces sucede, que la mujer abra su abanico de posibilidades, y tome en cuenta “su casa” como una opción válida. ¿Por qué no se tiene en cuenta esta opción? Aparentemente hay muchos mitos alrededor que oscurecen la posibilidad.

Hace no tantas décadas atrás, los partos sólo eran en la casa de la mujer, o en la casa de la partera. No había otras posibilidades. Cuando se trasladó el parto al hospital fue con el motivo de, entre otras cosas, reducir la mobimortalidad materno-infantil. Y efectivamente se redujo en un gran porcentaje. Pero, como todo evoluciona, la tecnomedicina moderna también avanzó muchísimo, y en este avance se introdujeron muchísimas intervenciones innecesarias (episiotomías, goteos, rasurados, enemas, rotura artificial de membranas, peridurales, cesáreas, incubadoras…etc., etc.) que más que ayudar desmejoraron lo que habían alcanzado. Tantas intervenciones aplicadas a un proceso puramente fisiológico entorpeció la atención perinatal. Hoy, parir se ha transformado de un acto de placer/dolor a un sufrimiento. Diferenciando, dolor físico acompañado de placer, de un estado de angustia, por haber estado sometida e invadida en todos los aspectos más íntimos de la mujer. Y lo mismo sucede con el recién nacido. La parturienta, la mayoría de las veces está tan asustada de lo que hoy significa “parir” que llega a pedir que por favor le hagan una cesárea. Siendo esta última una operación de cirugía mayor!

Dadas estas condiciones, las mujeres poco a poco se van animando a desterrar viejos mitos sobre parir en la casa, y se están informando y evaluando las posibilidades.

Hoy contamos con parteras u obstetras altamente calificados para asistir partos en la casa. Pero vale decir que no cualquier mujer puede parir en la casa. Se debe hacer un seguimiento de todo el embarazo, y si éste es completamente normal, es decir, de bajo riesgo (no se presenta ninguna enfermedad, no hay malformación anatómica o fisiológica sea en la mamá o el bebé) y la casa de la parturienta cuenta con todas las condiciones básicas de higiene, entonces no habría problemas. Una última condición sería tener un “plan B”, es decir, estar a menos de 30 minutos de un hospital, por si se precisara un traslado.

Varios estudios observacionales han comparado los resultados de partos planificados en domicilio (independientemente del lugar de finalización del parto) con los partos planificados en hospital para mujeres con similares características. Un meta-análisis de estos estudios mostró que no hubo mortalidad materna y que no hubo diferencias significativas en el riesgo de mortalidad perinatal en ambos grupos. En el grupo de partos domiciliarios se encontraron significativamente menos: intervenciones médicas, menos Apgar bajos, menos problemas respiratorios, y menos instancias de trauma del parto entre los bebés y las mamás.

¿Qué ganamos dando a luz en la morada materna? Mucho…muchísimo. A nivel físico, menos invasiones a nuestro cuerpo, menos dolor intraparto y postparto, menos probabilidades de infecciones, recuperaciones más rápidas, bebés más sanos que no requieren ningún tipo de intervención y asistencia, lactancia materna inmediata y satisfactoria, menores posibilidades de cesáreas y episiotomías. A nivel emocional, ganamos fuerza, libertad, poder, felicidad, calma, seguridad, paz, intimidad, amor, regocijo, placer, apego, calidez…. En fin, maternalidad.

Entonces, sólo queda una pregunta por hacernos: ¿Por qué no?

O, tal vez, dos:

Parir es el momento más trascendental de una mujer, es único e irrepetible, ¿Por qué no permitir entonces que sea de esa manera?


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